
Antonio Blanco
47 años HombreCollado Villalba
Se unió a mubis el 29 Noviembre 2011
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4 comentarios
Tras verla completa he de decir que la primera, la segunda y la quinta son las mejores con mucha diferencia sobre las demás. Las otras son relleno y querer hacer lo mismo sin que les salga...
Me la pille en el 2x1 del MM Alcorcón hace nada. Estas navidades cuando acabe A dos metros bajo tierra y Hijos de la Anarquía , a por ella.
Que pedazo de crítica, yo personalmente me parece perfecta de principio a fin, admito que alguna que otra temporada la cogí con diferencia o con pinta de que ese temporada ya no me gustaría, pero nunca me sucedió y la disfruté por igual. Para mi perfecta y gran serie.
El héroe en el sentido tradicional de la palabra es algo en desuso, tanto en el cine, donde el superhéroe acapará su lugar, como en la televisión, donde se llevan personajes más oscuros que no terminan de encajar del todo con ese concepto de toda la vida (como el caso de ‘Dexter’). Sin embargo, eso no impidió que ‘24’ se convirtiera en una de las mejores series que se han creado, sino también en el mejor exponente de último gran héroe de acción con el mítico Jack Bauer. Sin duda, el hecho de querer contar los hechos en tiempo real fue uno de los principales factores de su éxito, pero no el único.
Contar el origen de ‘24’ a estas alturas quizá sea una tontería, pero es algo tan sencillo como que un día se le encendió la bombillita a Joel Surnow, curtido como guionistas en producciones tan dispares como ‘Currupción en Miami’ o ‘Falcon Crest’, y decidió que sería una gran idea crear una serie de 24 episodios y que cada uno abarcase una de las horas del día. Surnow contactó con Robert Cochran, ya familiarizado con el género por su trabajo en ‘Nikita’, para contarle sus planes, pero éste le dijo que era una idea horrible y muy difícil de desarrollar. Al día siguiente ya trabajaban en lo que acabó siendo ‘24’.
En Fox quedaron entusiasmados con la idea, lo que les llevó a hacerse con los derechos de inmediato y dar luz verde a una primera temporada de 13 episodios que protagonizaría Kiefer Sutherland, un actor con sobrada experiencia cinematográfica que aún buscaba ese papel que lo convirtiera en alguno más que un secundario resultón. Además, reclutaron también a Stephen Hopkins, director que había demostrado cierta pericia en el género de la acción, pero que no pasaba por sus mejores momentos al no habr funcionado todo lo bien que se esperaba su poco lograda versión cinematográfica de ‘Perdidos en el espacio’.
Hopkins se encargó de dirigir el episodio piloto (luego rodaría once más de la primera temporada), que, aunque algo lejos de los capítulos más caros de la historia, costó cuatro millones de dólares. El problema es que estábamos ante una serie un tanto sensible teniendo en cuento los atentados del 11-S, lo cual provocó el retraso de su estreno y la duda sobre su supervivencia más allá de los 13 episodios inicialmente encargados. El público respondió, pero sin llegar a unas cifras suficientemente ilusionantes para lo que costaba la serie.
Eso sí, la serie era alabada por la crítica y por esa vía llegó la renovación para los 24 capítulos deseados al ganar Kiefer Sutherland el Globo de Oro a mejor actor dramático por su participación en la serie. Por muchos es sabido que ganar premios puede ser decisivo para la supervivencia de una serie, y aquí estamos ante un gran ejemplo de ello, ya que era probable que ‘24’ ni siquiera hubiese sido merecedora de este nombre de no haberse llevado ese premio.
Hay una serie de constantes que, tanto para bien como para mal, definen a ‘24’. Una de las más características es el uso de la sobreimpresión de la hora interna de la serie dentro de determinados momentos. En ocasiones sólo sirve para recordar al espectador el momento en el que nos encontramos, pero también fueron un buen recurso para introducir los cortes publicitarios en USA (esos que Antena 3 ignoraba de forma vil, casi tanto como su trato a la serie), pero su gran baza era cuando. tras un cliffhanger de mucho cuidado, dejaba unos segundos al espectador para reponerse de lo que acababa de ver al final de casa episodio.
Otro toque característico de la serie es el uso de las pantallas divididas, ya que la acción siempre transcurre en paralelo (los flashbacks destacaban por su casi total ausencia), algo que hacía aconsejable que aparecieran simultáneamente en pantalla, pero que la serie quiso llevar más adelante. Su uso, muy calculado en las primeras temporadas y algo más “porque sí” según avanzaba la serie, permitía crear tensión de la situación más insospechada y también servir como transición entre lo que sucedía en diferentes espacios.
Los ya apuntados cliffhangers eran la estrella de la función, lo que convertía a ‘24’ en la serie ideal para ver en maratón intensivo y te dejaba con un ansia incontrolable por ver algo más cuando acababa el episodio semanal. No obstante, esto acarreaba ciertos problemas que se fueron agudizando a medida que ‘24’ iba sumando nuevas temporadas. Sin duda, lo más agravante era la necesidad de que hubiese un topo (o varios) en la UAT, algo que siempre hacía pensar que ya habría habido cincuenta guerras nucleares en el mundo de no ser por Jack Bauer.
En evidente relación con lo anterior hay que apuntar algo bastante inusual en una serie, no ya por aquel entonces, sino incluso ahora: Todos los personajes, con la excepción de Jack Bauer, son prescindibles, es decir, puedes jugar con el espectador con la idea de que alguien vaya a morir y realmente se lo crea. Este punto puede parecer una tontería, pero su función para disparar la adrenalina del espectador es de una efectividad indiscutible y distingue a ‘24’ de otras competidoras por un espacio vital similar como ‘Alias’.
Y es que ‘24’ funcionaba muy bien en su primera temporada por la suma del factor novedad, una cuidada puesta en escena (y aún mejor edición) y unos guiones que, pese a ciertas trampas (la aparición de un segundo asesino), transmitían la sensación de estar milimétricamente pensados dentro del género de acción, pero la decisión clave para llevar la serie a otro nivel fue la elección de cómo resolver la season finale. Por una parte tenían un final feliz ya visto episodios antes, y por otro un desenlace trágico que forzara a evolucionar al protagonista de cara a una segunda temporada. Afortunadamente, triunfó lo segundo.
Es cierto que a Kiefer Sutherland le tocó la lotería el día que fichó para ser Jack Bauer, pero él ayudó mucho a la credibilidad de su personaje. Desde su característica voz (recurso aún más sabiamente explotado en ‘Última Llamada’) hasta una presencia física que no necesita de los músculos desmesurados para imponer con ella, Sutherland tardó bien poco en crear una simbiosis perfecta con Jack Bauer, un hombre presentado inicialmente como un héroe a su pesar (su familia ha sido secuestrada y no le queda otra), pero que pronto empieza a mostrar unos matices de corte negativo impropios de un héroe convencional.
Y es que Jack Bauer empieza siendo una representación casi arquetípica de gran héroe de acción tan en boga en el cine de los 80 y 90 (allí también era muy habitual que la desaparición de una familiar fuese el detonante de todo lo que estaba por venir), pero la serie no tuvo problemas en dar un salto al vacío y llevar más allá el concepto del viaje del héroe, algo perfectamente representado en los primeros 13 episodios. Sin embargo, esa afamada teoría olvida que los héroes envejecen y en ‘24’ podemos ver como Jack Bauer surge como héroe, posteriormente se asienta y acaba alcanzando su cénit para luego dar paso a una peligrosa decadencia.
No es que ‘24’ mantenga siempre el mismo nivel dentro de esa progresión bastante orgánica, pero sí que sabe introducir elementos paralelos para que veamos la otra cara de la moneda (aquí resulta vital el estupendo personaje de Tony Almeida) u otras situaciones que añadan verosimilitud a esa evolución. Además, la propia serie llegó a traicionarse a sí misma en esta faceta, pero ya habrá tiempo de hablar más detalladamente sobre esto.
Ya comenté que uno de los aspectos más apasionantes de ‘24’ fue ver la forma en la que transformaba la evolución habitual del héroe para ir más allá y abordar el ciclo vital completo, y no de una aventura, de un personaje tan fascinante como Jack Bauer. Yo llegué a adorarlo, sentir pena, odiarlo, empatizar con él, escandalizarme por sus actos y apoyarle como si me fuera la vida en ello con una facilidad tan pasmosa que a veces me costaba entender cómo lo lograban. No obstante, es más fácil entenderlo a poco que uno reflexione seriamente sobre ‘24’ y las, a grandes rasgos, tres etapas vitales (cuatro si nos ponemos exquisitos) de su protagonista.
Creo que nadie puede discutir que la función de la primera temporada es establecer a Jack Bauer como un gran héroe de acción. Consigue cosas increíbles y acaba salvando al mundo… pero no a su familia. El héroe nace, pero al mismo tiempo se remarca que su recorrido vital no ha acabado allí. Además, se aprovecha para remarcar la amistad-pique entre él y Tony Almeida (personajes tan similares como opuestos, pero ya llegaremos a eso) y se crea a la primera némesis (la mítica Nina Myers) que ha de eliminar para conseguir ir más allá de ser un héroe glorificado más.
Dando ya el salto a la segunda temporada, Bauer es un hombre herido pero vital para resolver una nueva amenaza contra Estados Unidos. El elemento político, ya presente con anterioridad (y cuya importancia se disparará más adelante), coge aún más fuerza para que la naturaleza bigger than life de su protagonista se refuerce. Sin embargo, Bauer aún no ha terminado de definirse, lo que impide que pueda eliminar a su némesis e incluso le lleva a morir. Sí, Jack Bauer muere en esta temporada… para resucitar y volver desde los muertos, salvar la situación y quedarse a nada de ese nuevo nivel.
Ese salto personal se produce en la tercera temporada, en la que el protagonista pierde directamente toda atadura moral propia de un héroe positivo: Jack se ha vuelto adicto a la droga, no duda en matar a sangre fría a Nina y, en general, asume que todo vale por el bien mayor. Ya resucitó, pero aquí pierde su humanidad, tanto para lo bueno (ser el puto amo que aniquila cualquier amenaza) como lo malo (amenazar con acabar con la vida de la hija gran villano tras lo que pasó él con la insufrible Kim Bauer).
El ejemplo más paradigmático es la situación a la que se enfrenta Tony Almeida en los últimos episodios: Michelle ha sido secuestrada y tiene que saltarse toda ley existente para intentar salvarla. Vamos, lo mismo que Jack había hecho en incontables ocasiones. Sin embargo, ‘24’ no duda en aprovecharse de ello para remarcar el estatus superior de su protagonista sobre el resto: Jack Bauer ni es humano ni responde ante las leyes humanas, mientras que al resto les toca fastidiarse y apechugar con las consecuencias de lo que han hecho.
Siempre que escucho alguna crítica sobre la cuarta temporada no pueo evitar pensar en que es algo relativamente comprensible: Jack Bauer es un ser tan sobrehumano que sólo la interferencia directa del presidente en funciones (anda que no haría cosas peores Charles Logan) justifica que esta temporada no acabase en el episodio 17 o 18 (por decir una cifra). El problema es que queda la sensación de ser la mejor estructurada de todas, algo que viene a cambio de que el factor sorpresa, algo imprescindible en el atractivo de ‘24’, decae.
Parece que los productores se dieron cuenta de eso, por lo que decidieron apostar a lo grande en la quinta por el factor ‘todo el mundo es prescindible’ y se cargaron a varios personajes muy queridos por la audiencia con una facilidad pasmosa. Además, la amenaza resultaba algo que se salía de los esquemas del protagonista: ¿Cómo puede ser el gran villano el presidente de la nación que juró defender? Y además metiendo de por medio la rivalidad personal con la aparición de su mentor (odio a muerte hacia él tras matar al gran Tony Almeida).
Y es que la quinta temporada no es sólo el cénit de la serie en cuanto a adrenalina y una necesidad de ver más episodios mayor a la de respirar, sino que encumbra a Jack Bauer como alguien capaz de salirse con la suya de cualquier cosa. Sin embargo, los guionistas de la serie fueron hábiles y vieron que ese estatus era insostenible más allá de aquí, de ahí que la temporada volviese a acabar mal: Jack Bauer expatriado a China para ser encarcelado y maltratado sin piedad.
Soy el primero en apoyar a cualquiera que diga que la sexta temporada es la peor, y es que se nota que no se sabe muy bien qué camino seguir a la hora de mostrar la cuesta abajo de un personaje tan establecido como Jack Bauer. Gran villano de temporada cambiante y sin suficiente credibilidad, palos de ciego por doquier. La propia serie se veía afectada por un protagonista ya no tan sobrepoderoso y que apenas contaba con auténticos aliados tras la escabechina de la quinta. Jack vuelve a ser humano, y la serie no sabe como adecuarse a ello.
En su momento fui el primero en lamentar que la huelga de guionistas nos dejase casi dos años sin nada nuevo de ‘24’. Sin embargo, esa impresión cambió tras ver ‘24: Redención‘, una (mediocre) película que tan sólo servía para dar un lavado de cara a un personaje que nunca dudó en recurrir a la tortura para conseguir información. Había que equilibrarlo para que no dudáramos ni un segundo en apoyar a Jack ante la primera dificultad que apareciese en su camino.
Sin embargo, dos decepciones seguidas (la segunda ya se la olían los productoras sin tan siquiera estrenarla) obligaban a tomar decisiones arriesgadas, aunque eso supusiera caer en un jump the shark de libro: La resurrección de Tony Almeida. Sí, se inventaron una excusa muy pobre para justificar que realmente no había muerto (cargándose así todo el dramatismo de su fallecimiento), pero el concepto era genial: Dos caminos paralelos colisionan y Tony se convierte en un reflejo de cómo acabaría cualquiera que quisiera ser como Jack. ¿Cómo? Pues mal.
El gran interés de la séptima temporada son los aparentes claroscuros de Tony Almeida, que no dejaba de ser una especie de ángel caído, y cómo eso afecta a un Jack Bauer que si no muere aquí es por una intervención quirúrgica de urgencia. Obviamente, Tony se ha pasado al lado oscuro cansado de ver cómo la vida le ha tratado y se aprovecha de su amistad con Bauer para sacar adelante sus planes. En realidad, no es que haya tanta diferencia con el Stephen Saunders de la tercera, pero es en el contraste con un Jack, que ahora ya enferma como el resto, donde hizo que el interés de la serie remontase de forma exponencial.
Ya sólo quedaba un paso natural para dar con el héroe que se convirtió en Dios para luego recuperar su humanidad y sufrir las consecuencias de la misma: Jack Bauer debía morir. Lo cierto es que la octava temporada empezó sin saberse que iba a ser la última, y quizá por ello resultó bastante débil durante fácilmente 10 o 12 episodios (es debatible cuántos fueron exactamente). La cosa estaba clara, pero no había narices de hacerlo, pero he aquí que ‘24’ volvió a ser tan entretenida y adictiva como antaño y la acción se encaminó con brillantez ante el necesario sacrificio de su protagonista.
Las inevitables dudan venían de la mano del deseo de FOX de llevar las aventuras de Jack Bauer a la gran pantalla (una idea tan atractiva como peligrosa) y al hecho de que los finales tan infelices son poco habituales. Lo primero se podía salvar con alguna aventura intermedia o incluso alguna precuela, pero la realidad es que no tuvieron cojones para dar el punto final perfecto a la serie. Además, el hecho de que el desenlace de ‘Lost‘ llegase apenas 24 horas antes (apenas da para algún chiste fácil eso) también quitó cierto brillo al cierre de ‘24’.
En definitiva, ‘24’ es una serie genial no sólo por su propia naturaleza peculiar o su capacidad para ser un entretenimiento adictivo como pocos, sino por su capacidad para construir un personaje tan rico en matices como Jack Bauer. La pega es que para ello no se mantuvo siempre el mismo nivel (algo inevitable) y que no estuvieron dispuestos a ofrecer el cierre adecuado. Fallos relevantes que no consiguen empañar la grandeza de ‘24’.
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