Diario de una Camarera

Célestine, una criada parisina que ya ha cumplido los 32 años entra al servicio de una familia noble en una pequeña población de la Normandía. Célestine conoce su oficio, pero también es consciente de que su trabajo es una forma de esclavitud y que “por infames que sean los canallas, nunca lo son tanto como la gente que sólo es honesta en apariencia”. Su señora es altiva, beata, tacaña y obsesionada con la limpieza. El señor la acosa sexualmente. El patriarca Rabour la hace caminar con unos botines que atesora celosamente en un armario. Pero el resto de empleados-esclavos tampoco son una compañía ideal, especialmente Joseph, el cochero con tendencias sádicas, racista y activista de extrema derecha con quien Célestine accede a iniciar una relación y así poder conseguir la confesión de que él ha sido el violador y asesino de la pequeña Claire.