Anubis

Tu critica es muy buena! A mi la verdad es que la peli me gusto mucho cuando la vi en el cine y la edición en BD me encanta.

Se que me regalaran el steel este dia de Navidad, despues te diré, pero tu critica, ya la quisieran para si algunos profesionales del tema, es magnifica.

Que buena critia! Termino de verla!! Confieso que he aplaudido al rito de hans zimmer en la acción del final! Muy buena

El llanero solitario. Miedo y asco en el Lejano Oeste.
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“¿Por qué lleva antifaz?”
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Bilis. Eso es lo que han echado la mayoría de críticos hacía la nueva película de Gore Verbinski, que homenajea al serial radiofónico y televisivo que hizo soñar a tantos niños en el siglo pasado. Las pistolas de juguete, sombreros y antifaces, se vendían como churros en un época donde el western vivía momentos de gloria con autores como John Ford, Howard Hawks o Anthony Mann. De esa era dorada del género, surgió en el Oeste un héroe que ocultaba su identidad bajo un antifaz y que disparaba balas de plata que no mataban. Ese era el Llanero Solitario.
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Con vistas a una nueva franquicia, Disney puso toda la carne en el asador y cedió a la hora de aceptar -en parte- un presupuesto que superó los 200 millones de dólares y que colmaría -también en parte- las exigencias del director. Con Jerry Bruckheimer como mecenas todo se puede hacer realidad. El millonario productor -que recibió el pasado junio su estrella en el paseo de la fama- era fan del personaje y se involucró sobremanera en la producción de la película, al igual que Johnny Depp, que sería el mayor reclamo de la cinta en otra interpretación pintoresca que añadir a su curriculum. Gore Verbinski se las vio y deseo para sacar adelante el proyecto. Día si, día también, salían noticias que presagiaban tormentas; desacuerdos sobre el presupuesto final, reescrituras de guión y un rodaje duro -debido a las inclemencias del tiempo- fueron motivos suficientes para que el escepticismo se apoderase del futuro espectador, y una crítica ávida de sangre, no tardó en matar a la producción antes de empezar siquiera a respirar -¿alguien dijo “John Carter”?- Al final el proyecto salió adelante, y hemos podido disfrutar -por desgracia sólo algunos- de su historia. 
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“San Francisco, 1933. Un niño disfrazado entra en un espectáculo de feria vaquero y se encuentra con la figura anciana del gran indio Toro, que cobra vida y le relata la verdadera historia sobre El Llanero Solitario; un héroe que no cree en las armas y que a lomos de su caballo Silver, luchó junto a él en busca de justicia y venganza, en un Salvaje Oeste lleno de corrupción y ambición”.
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Esa extraña y amable introducción, disfraza de cuento una trama que ofrece una buddy movie con sano divertimiento; libre de ataduras dramáticas y peso sesudo. La historia escrita a varias manos -Justin Haythe, Ted Elliott, Terry Rossio- es sencilla y funciona a las mil maravillas si entras en su juego bobalicón y desenfrenado. Los excesos están por todas partes, pero también la diversión. Su director -que ya mostró en “Rango” referencias al spaghetti western- en esta ocasión centra los tiros en obras capitales del género como “Hasta que llegó su hora” (1968, Sergio Leone) o “El caballo de hierro” (1924, John Ford). De la primera son constantes las alusiones -una venganza con un objeto como símbolo de la misma, la estación en el desierto con los hombres esperando un tren, la suciedad que impregna los personajes, etc-, y de la obra de Ford, adquiere el siempre interesante tema de la creación y expansión del ferrocarril en el Viejo Oeste, sirviendo de pretexto principal para el desarrollo de los acontecimientos.
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Sin embargo, no todo reluce en un guión que adolece de cosas que para muchos pueden ser nefastas; la trama es errante, peca de excesivo metraje, y Johnny Depp es más protagonista -dando vida a Toro (Tonto en la original)- que secundario. Un hecho que puede irritar a muchos o encantar a otros. Su presencia eclipsa a un llanero representado por Armie Hammer (John Reid), eficaz en su rol de idealista y noble justiciero. Un reparto secundario lleno de caras conocidas tiene claro su fin; pasarlo en grande. William Fichtner (Butch Cavendish) disfruta como villano, y Tom Wilkinson (Latham Cole) impregna a su personaje de oscuros deseos y ambición desmedida. Barry Pepper (Fuller) se lo pasa pipa, y la mayor sorpresa llega por parte de James Badge Dale (Dan Reid) quien da vida al hermano del Llanero Solitario y borda un personaje tan interesante como escaso en metraje. La parte negativa viene de la siempre peculiar Helena Bonham Carter (Red Harrington), en un papel que resulta poco más que anecdótico -siendo lo mejor un guiño al steampunk en forma de pierna mortal-.
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Verbinski juega con la cámara ofreciendo travellings imposibles y largos planos que enfatizan y fortalecen un paisaje tan majestuoso como eterno. Que el film se realizará en exteriores -teniendo Monument Valley como referencia- es una virtud que ayuda a dar el realismo necesario en unas escenas que impresionan por su diseño y grandilocuencia. En una jugada maestra, su director se guarda la Obertura de Guillermo Tell -arreglada en un score de Hans Zimmer más inspirado que en otras ocasiones- para ofrecer un disparatado y festivo final que maravilla en su elaboración y homenajea al cine mudo. Lleno de humor absurdo, los actores se dejan caer en cientos de piruetas imposibles que no hay que tomarse demasiado en serio. Un delirio tan encantador como espectacular que tiene como fin ofrecer la mayor escena de trenes jamás filmada. A ver quien lo supera.
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Parece que unir western y espectáculo no funciona en taquilla -“Wild Wild West” (1999, Barry Sonnenfeld) fracasó en su intento- y este proyecto ha caído también al abismo económico, poniendo un clavo más en un ataúd con vistas a cerrarse del todo, donde el muerto es una visión del Oeste más desenfadada y apta para un público mayoritario. Quien esperase duelos pistoleros o escenas crepusculares, se equivocó de película. Aquí hay aventura y diversión, adornada con conejos caníbales y un indio tocado del ala. Eso lo dice todo.
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“El Llanero Solitario” es un western alocado, festivo, errante, surrealista, e incluso tierno en su última escena. Puedes dejarte llevar y galopar al viento a grito de ¡Hi-yo, Silver! junto a un indio disparatado en un paisaje arenoso y bello, o bajarte del tren en la primera estación. Todo depende de ti.