Anubis

El gángster. El atracador maquillado.
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“El mundo está loco. Yo soy sólo su reflejo”.
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Todo país tiene personajes que por algún motivo han dejado huella dentro de una sociedad, aunque éstos no fueran precisamente ángeles de la caridad. Edwyn Alonzo Boyd, fue al igual que John Dillinger en EE.UU, un conocido atracador de bancos que ocupaba -por sus actos delictivos- buena parte de los titulares de los periódicos de Canadá a finales de los años 40, y sobretodo, principios de los 50.
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Basada en hechos reales, la historia cuenta como al llegar de la guerra, Edwyn se siente perdido e intenta llevar una vida normal con su familia. Pero el hambre y la falta de dinero, harán que cometa un primer atraco que le cambiará la vida para siempre.
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A priori, todo indica que estamos ante uno de esos biopics que con buena mano, nos pueden adentrar en una vida interesante y desconocida para el gran público. Por desgracia, eso se consigue a medias, ya que la falta de fuerza y nervio, provoca a menudo hastío y bostezos.
Si Michael Mann, en “Enemigos Públicos”, ofreció un retrato contundente del famoso atracador John Dillinger; en su ópera prima, Nathan Morlando -director y guionista de la cinta- ofrece un bosquejo de lo que podría ser una gran película, pero se queda nada más que en un correcto film de sobremesa.
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Y eso que la historia daba para mucho, mucho más. Su base, sustentada en el drama familiar del protagonista y su vida delictiva hasta su retiro, no alcanza la empatía necesaria. Su falta de ritmo provoca desconexiones a lo largo del metraje, que hacen mella en el espectador y el nulo atrevimiento o personalidad tras las cámaras, no hacen más amenos esos momentos donde se detiene el objetivo con vistas al relleno. Lo peor de todo, es que en escenas donde se tendría que ofrecer más acción y ritmo, como las de atracos o carcelarias, son solventadas de manera muy deficiente -la primera huída de prisión, es de lo más insulso visto en una evasión de estos tipos-. Falta tensión por doquier y la trama detectivesca no fluye con la magnitud que debería.
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Que en los premios Genie- otorgados por la academia de cine canadiense- obtuviera candidaturas en su reparto principal, no debe llevar a engaño. La mayoría resultan resultan frías y faltas de carisma. Scott Speedman (Edwyn Boyd) no termina de despegar como gran actor, y a pesar de construir un acertado personaje, la sensación de estar viendo a un Michael Fassbender de marca blanca -sin el talento del magnífico actor irlandés- se mantiene presente durante todo el metraje. En “Deep Blue” -película policíaca protagonizada junto a Kurt Russell-, sigue estando su mejor papel, y de esa ya han pasado unos años... Kevin Durand (Lenny Jackson), consigue mejores resultados, gracias al carácter e imponente físico que suele lucir en sus apariciones cinematográficas, y el papel de Kelly Reilly (Doreen Boyd) no termina de cuajar de manera satisfactoria como la sufrida mujer del protagonista. En un último apunte, duele ver desperdiciado el talento del gran Brian Cox (Glover), relegado a un segundo plano en un papel más florero de lo esperado.
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Por suerte, lo que la película cuenta es real y sorprendente, y se mantiene fiel a los hechos que ocurrieron. Asumiendo de antemano su limitado presupuesto, ofrece un más que decente diseño de producción, que logra trasladar al espectador -junto una fotografía apagada y gris- a los años donde transcurre la historia. En su apartado sonoro, y con una discreta banda sonora, sorprende la elección para algunas escenas de temas musicales actuales, destacando grupos como The Black Keys o The Strange Boys. Un riesgo que toma, y que solventa de manera eficiente.
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Se podría decir que "El gángster", es una prueba valiente de querer llevar el cine canadiense a un peldaño más, ofreciendo un retrato fiel de un personaje popular de su historia del siglo pasado, pero se queda a medias y no completa el paso. Los consumidores de cine mafioso o que gusten de biografías llevadas a la pantalla, encontrarán puntos interesantes. El público restante, poco más que un telefilm basado en hechos reales.