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De óxido y hueso. ★★★★★★★★

De óxido y hueso. ★★★★★★★★

2 comentarios

Rick Deckard
Rick Deckard hace más de 10 años ...

Pendiente la tengo mas su visionado no será demorado mucho más tiempo. Buena crítica, Anubis.
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Saludos.


Anubis
Anubis hace más de 10 años ...

De óxido y hueso. Almas heridas.
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“Hay 27 huesos en la mano del ser humano”
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Hace sólo un par de meses, Jacques Audiard recogía la Espiga de Honor en la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), por su trayectoria como cineasta. Un certamen que el año anterior ya premió su labor como director en esta película. También en el popular festival de Cannes, tuvo muchas papeletas para llevarse galardones importantes, pues dejó un buen regusto en público y crítica. Después de la magistral y aclamada internacionalmente “Un profeta”, el creador francés se interesó en adaptar -muy a su manera, todo hay que decirlo- los cuentos del libro “Rust and Bone: Stories”, escrito por el canadiense Craig Davidson.
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No es extraño que Audiard fuera directo a esos relatos donde el sexo, la violencia y los instintos más animales del ser humano, se daban de la mano en unas historias crudas y reales como la vida misma. Si algo se identifica en el cine del realizador, es su ímpetu por mostrar seres humanos caídos en el fango; perdedores que tienen que sufrir penitencia, pero que siempre consiguen salir adelante cambiando el destino cruel al que parecen abocados. El director junto a su co-guionista Thomas Bidegain, dieron empaque a los cuentos, uniéndolos en un contexto donde predomina y florece, una historia de amor poco común. Para ello se inventaron a los dos personajes protagonistas; dos almas atormentadas que se encuentran y que juntos, aprenderán a caminar sobre los clavos de la vida sin hundir del todo sus pies en ellos.
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Alain van Versch (Alí), es un ex-boxeador que con un hijo pequeño a su cargo, tendrá que aceptar todo tipo de trabajos para poder subsistir, mientras busca refugio en casa de su hermana. Una noche, conoce a Stéphanie, una entrenadora de orcas en el acuario de Marineland, que tras sufrir un grave accidente, verá en Alí el único motivo para seguir viviendo.
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Una historia dura, que el cineasta vuelve a retratar de manera veraz y realista como nos viene acostumbrado en todas sus obras. No es casual que sus protagonistas sufran heridas permanentes, pues es la base de un guión que busca la unión entre esos dos seres atormentados por su pasado y su presente. Arrogantes y cerrados al amor, que sufren irónicamente, para aprender a amar. Con ese estilo casi documental, sentimos como nuestros, los obstáculos de la peculiar pareja y el dolor que impregna sus vidas. Jacques Audiard no escandaliza ni crea situaciones sensibleras baratas; deja la cámara y pone a los actores como el eje principal que desate las emociones -increíble la escena de Cotillard en el hospital-. La violencia, como en anteriores largometrajes suyos, sigue estando presente, y en esta ocasión, se nutre de las peleas callejeras para mostrarla de forma veraz, donde los golpes y puñetazos se sienten detrás de la pantalla.
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El director, en su búsqueda de un tipo rudo que diera el perfil adecuado, se adentró en gimnasios de boxeo, pero fue fuera de ellos donde encontró su personaje masculino perfecto. Eligió a Matthias Schoenaerts -tras ver la película "Bullhead"- para encarnar esa dureza que buscaba y no erró el tiro. El actor se hace dueño y señor de un papel complicado, y muestra con cada gesto, el registro de un padre luchador que tiene sellado el corazón y herida el alma. Muy meritorio su trabajo. Las mismas alabanzas merece su compañera femenina. La ganadora del Óscar en 2007 por "La Vida en rosa", Marion Cotillard, consigue aquí uno de sus mejores papeles hasta la fecha. Un personaje difícil que sabe llevar con la sensibilidad adecuada y que conmueve sin efectismos, en no pocas escenas. La academia americana se olvidó de ella el año pasado, el espectador no.
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Los efectos especiales se integran a la perfección para mostrar a una mujer herida, en unos escenarios impregnados de una fría atmósfera, conseguida en parte, gracias a la fotografía realista de Stéphane Fontaine, que vuelve a colaborar una vez más con el director. Los planos se mantienen cercanos a los actores, siguiendo cada paso que dan, y destaca, además de un estupendo montaje, una elaboración perfecta de las escenas -el accidente en el acuario con la orca, en su simpleza, es inmejorable y terrorífico-.
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“De óxido y hueso”, es un drama de una enorme calidad, y cuando creemos que está todo servido y ya mascado, su cineasta crea un momento hacía el final, en un paraje helado, que hiela el corazón y nos golpea en el interior como ningún otro. Siempre contundente, Jacques Audiard sigue siendo un director primordial en el cine europeo, y reafirma con esta obra, -si no lo estaba ya- su calidad para traernos historias que remueven y dejan poso en el cuerpo. Una película imprescindible.
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Crítica dedicada a B.


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